Cleopatra, Elizabeth I, Susan B. Anthony, Hillary Clinton y todas las mujeres luchadoras a lo largo de la historia resaltaron la fuerza e inteligencia que nos pertenecen desde que vinimos a este mundo. Así nacimos, con el poder de dar vida, de mantenerla y de tomar nuestras propias decisiones acerca de lo que nos conviene o no. Es algo natural.

Sin embargo, estos derechos nos los quitaron a la fuerza. Nos inyectaron miedo de sobresalir y nos robaron nuestra parte protagónica en la historia. Esto no significa que este derecho no vive dentro de nosotras y, mientras tu compañero de trabajo te subestime, no hay tiempo de explicarnos sino de demostrar lo que por décadas se ha mantenido medio en tinieblas.

Para lograr ser independientes económicamente, socialmente, sexualmente y reproductivamente tuvimos que luchar y morir en el proceso. No ocurrió de un día para otro, tanto así que ninguna de las mujeres que lucharon en Estados Unidos por nuestro derecho al voto tuvieron la oportunidad de votar. Pero, como dijo la directora con una nominación en los Emmys, Tiffany Shlain en su documental “50/50“: está en nosotras acelerar ese proceso.

Acontecimientos recientes han dejado evidente que el ‘glass ceiling’ permanece intacto. Hoy, más que nunca, hagámosle caso a Queen Bey y let’s get in formation.