Challenge Accepted: Usé el Mismo Outfit por 5 Días
Challenge Accepted: Usé el Mismo Outfit por 5 Días
Si tuvieras que elegir un solo outfit para toda tu vida, ¿Cuál escogerías?
Esta fue la pregunta que me tuve que hacer tan pronto me asignaron el reto de usar la misma ropa por 5 días. Al principio me pareció una idea interesante, pero cuando llegó el día de escoger las piezas, tuve muchas dudas. Para ser una persona que considera la moda como una herramienta para expresar cómo me quiero sentir ese día y empezarlo con el pie derecho (o con el outfit adecuado), el reto me obligaba a ser la misma persona cada vez que saliera por la puerta de mi casa.
Después de mirar fijamente mi closet por un largo rato, decidí empezar por escoger unos pantalones cómodos y versátiles que me permitieran pasar horas sentada en la oficina o en un salón de clases, pero a la misma vez apropiados para salir a cualquier lugar con mi novio. Orgullosamente puedo decir que soy la propietaria de este tipo de pantalón, el cuál ya uso constantemente. Luego, la parte más difícil fue decidirme por una blusa decente para el trabajo, que no se arrugara y que no se manchara fácilmente. Escogí una blusa que ya lleva casi 5 años viviendo en los closets de todos los apartamentos que me ha tocado vivir (sí, me mudo constantemente), porque pensé que si ha estado tanto tiempo conmigo y la sigo usando, es por alguna razón. Por último, los zapatos que elegí son el híbrido perfecto entre unos tenis y unas sandalias de tacón; con ellas puedo caminar todo el día sin quejarme.
Día 1:
Lo único que puedo pensar es si escogí el outfit correcto. Estoy un poco obsesionada con qué personas me van a ver durante el día de hoy y si las voy a volver a ver en la semana para saber si me tengo que sentir abochornada de antemano. Esto se llama el “spotlight effect”, que aprendí gracias a la editora de moda de Refinery29, Connie Wang, quien realizó este reto por un mes completo y por quien me dejé llevar cuando me tocó a mí tomarlo (aunque no fue nada comparado con el tiempo que ella logró hacerlo). Sabiendo esto, trato de quitarme de la mente la idea de que la gente se va a fijar en lo que llevo puesto.
Antes de irme a acostar acostumbro a escoger los posibles outfits que me puedo poner al otro día –y digo posibles porque mi vestimenta siempre depende de mi estado de ánimo o cómo me quiero sentir ese día–, pero en este caso ya sé lo que me voy a poner, así que tengo más tiempo para hacer mis asignaciones.
Día 2:
Me siento como si me hubiese quedado en la casa de una amiga inesperadamente después de un jangueo y tuve que ponerme lo que llevaba el día anterior. La diferencia es que esta ropa es la que voy a usar por todo el día.
Hoy recorrí La Calle Loíza, preocupada por la gente que me iba a encontrar y asegurándome de que nadie se de cuenta que me puse lo mismo.
Como estuve caminando tanto, y por un momento bajo la lluvia, fue necesario echar a lavar el outfit inmediatamente. Es solo el segundo día del reto, y ya detesto pensar que mañana vestiré la misma ropa.
Día 3:
Lavar la ropa fue lo mejor que hice. Por lo menos me siento refrescada, pero también siento ya la urgencia de escoger algo nuevo. Esto me pone a pensar que quizás mi cerebro ya está programado de esa manera y que por esta razón me fijo tanto en lo que llevo puesto.
Decidí regresar al mismo coffee shop de ayer y cuando ya estaba llegando me di cuenta que probablemente me iba a atender la misma persona y se iba a dar cuenta. Aunque me atendió una persona diferente, la que me había cobrado el café ayer pasó por allí, pero no estoy muy segura si se dio cuenta de la situación.
Día 4:
Odio el outfit. Ya no quiero mirarlo. Me imagino todas las otras posibles opciones que podría usar que no sea esta blusa de líneas que ya me hiere la retina.
Para una persona que se pasa la mayor parte del día navegando las redes sociales dedicadas a la moda, es difícil no tener el hambre de intentar algo nuevo. Aunque lo mire como un uniforme, me molesta limitarme a un solo estilo y me siento encerrada en este.
Hoy por la tarde abrí mi closet por primera vez en cuatro días y analicé las piezas que tengo para ver si hubo un cambio en mi forma de pensar acerca de mi ropa. Fui blusa por blusa preguntándome si la usaría por cinco días corridos y me di cuenta que no tienen la misma versatilidad que la que llevo puesta.
Día 5:
¡Finalmente el último día!
No pensé que llegaría al quinto día sin antes literalmente quemar el outfit. Pero lo logré y, definitivamente, estoy lista para escoger uno nuevo –especialmente una blusa diferente. Puedo concluir que uno de los beneficios fue ahorrar tiempo en buscar qué ropa ponerme cada día y mantener mi cuarto ordenado. También que cuando le dije a mis compañeras de trabajo que había usado el mismo outfit por 5 días, ellas me dijeron que no se habían fijado.
Ponerme el mismo outfit por cinco días consecutivos afectó un poco la manera en que ejecutaba mis trabajos. Como estaba tan concentrada en lo que tenía puesto, me desconcertaba y no me hacía sentir segura.
¿Trataría este reto otra vez? Definitivamente no, pero sí fue un buen experimento para analizar la importancia que tiene la vestimenta en mi vida.
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