Intercambié mi afro por trenzas y jamás pensé aprender tanto sobre mí
Intercambié mi afro por trenzas y jamás pensé aprender tanto sobre mí
Ya conoces la historia clásica de la chica negra que se alisa, decide hacerse el big chop, dejá atrás el cabello lacio, acepta su cabello rizo, y su vida cambia por completo al dejarse su textura natural. La vida se vuelve color de rosa, te sientes como la mujer más poderosa, y pajaritos vuelan alrededor de tu hermoso afro. Lo sé, porque esa fue mi historia también. Pero démosle pausa a la película. Luego de ese perfecto final feliz con mi cabello natural, decidí comenzar el año con un cambio aún más radical en mi apariencia. ¿Por qué? Al principio no tenía ninguna razón particular. Cuando me hice mis primeras trenzas box braids, jamás pensé aprender tanto de mí misma, de mi negritud y de mi propia aceptación como mujer birracial en Puerto Rico.
De mis retratos favoritos, por la mejor: @_fl0rdeluna_
El prólogo
No es por echarme flores, pero el estilo afro es uno de mis looks más icónicos. Me queda bien. Lo amo. Recibo comentarios positivos casi a diario. Pero ese amor por mi cabello fue algo que descubrí después de recortarme por primera vez—mucho después. Así que cuando decidí hacerme las trenzas, supe que estaría reviviendo esa ansiedad de no saber si me vería bien o no, si estaría contenta con mi apariencia, si me aceptaría. No obstante, eso mismo me dio seguridad en que, si ya había pasado por esto una vez, sabía que lo podía superar.
Una amiga me consiguió el contacto para hacerme las trenzas; nada de beauty parlor ni ningún salón muy fancy… Nosotras las chicas negras sabemos más que eso. Todo era muy informal, pero así es como usualmente se trabaja en la comunidad negra. No siempre hay estudios formales, sino que nuestras destrezas las adquirimos por tradición y herencia. En este caso, la persona que me iba a hacer las trenzas era la prima de una amiga de una amiga. A ese nivel. Fui un domingo a Río Piedras, al hospedaje de una compañera de la universidad, y su prima y su mamá comenzaron la travesía de llenarme el pelo de trenzas finititas por toda mi cabeza.
El proceso consiste en coger un mechón de cabello y un mechón de las extensiones, y amarrarlo a tu cabello cerca del cuero cabelludo. Al tener ambos cabellos unidos, la trenzadora comienza a tejer tu cabello hasta el final, y así sucesivamente. Es un proceso sencillo, pero toma mucho tiempo.
El proceso
Siete horas. Sí, leíste bien. Siete horas estuve sentada en una silla, dándole un nuevo significado al refrán de “la belleza cuesta”. Dos mujeres negras, dominicanas, graciosísimas, de las que estoy eternamente agradecidas, estuvieron haciéndome 108 trenzas (sí, las conté) un domingo entero. Me sentaron en una silla de oficina, con mi termo de agua en mis pies y comenzaron a desenredar mi cabello. “Estás cómoda, ¿verdad? Porque mira que vas a estar un buen tiempo ahí… Si se te duermen las nalguitas me avisas y paramos,” dijo una de ellas entre risas. Yo aún no sabía el relajo que íbamos a tener todas esas horas.
El proceso consiste en coger un mechón de cabello y un mechón de las extensiones y amarrarlo a tu cabello cerca del cuero cabelludo. Al tener ambos cabellos unidos, la trenzadora comienza a tejer tu cabello hasta el final, y así sucesivamente. Es un proceso sencillo, pero toma mucho tiempo, y más si tu trenza es más finita, como las mías.
A que no adivinas cuántas trenzas tengo… ?
En cuanto a si el tiempo se me hizo eterno, solo les voy a decir que por cada trenza, yo diría que las mujeres me contaban tres chistes más. En ningún momento paré de reírme a carcajadas. Ellas me contaron de los hombres que las invitaban a salir, cómo a los que no les gustaban les chapeaban, las largas noches en los kioscos de Piñones y bailando merengue en Santurce… La manera en que estas mujeres me contaban su vida personal con toda la confianza del mundo y su genial sentido del humor, fue lo que me ayudó a despejar mis preocupaciones sobre mi apariencia y, más importante aún, sobre si tenía “el permiso” de hacerme las trenzas.
El asunto de la apropiación cultural ha estado en boga con controversias con las Kardashians y hasta personalidades locales, así que no dudé en analizar las repercusiones que podría tener llevar este estilo. Yo estoy muy segura de mi negritud y me identifico sumamente con ella, pero para mí es importante evaluar la diferencia en cómo se percibe a una mujer caribeña de tez oscura con trenzas versus yo, con mi piel clara. No tapemos el cielo con la mano. Como todo, depende de nuestro contexto y con quién hablemos, pero decidí darme la libertad de explorar ese lado de la cultura negra y descubrir más de quién soy y puedo ser.
Aquí moneando—que diga—modelando para mi fam .?
En fin, ese domingo fue una tarde que pudo haber sido interminable en cualquier salón de belleza, pero la sororidad que sentí con estas dos mujeres que no conocía en lo absoluto me hizo reconocer que las personas negras, en especial las mujeres negras, somos hermanas, y debemos tratarnos como hermanas.
Compartimos tanto el mismo sufrimiento como los mismos gozos. Cada día compruebo más el poder que tienen nuestras experiencias con el cabello en cómo nos relaciones entre nosotras y nuestra identidad. Convertimos algo “superificial” y “vanidoso” en una conexión inquebrantable que nos une como mujeres con las que sabemos que podemos contar. ¿Habrá algo más hermoso que empoderarnos a través de un cabello que por años nos dicen que tenemos que “arreglar”?
Convertimos algo “superificial” y “vanidoso” en una conexión inquebrantable que nos une como mujeres con las que sabemos que podemos contar. ¿Habrá algo más hermoso que empoderarnos a través de un cabello que por años nos dicen que tenemos que “arreglar”?
Ya era de noche y mis nuevas amigas estilistas acababan de terminar la última trenza. Me levanté de la silla (con mis nalgas adormecidas), y fui a mirarme en el espejo. No lo podía creer. Era otra. Hace tiempo que no veía mi cara sin estar enmarcada por mi voluminoso afro. Aunque lo amo y estoy loca por volver a rockearlo, admito que fue refrescante ver mi rostro pleno. Me recordaba un poco a cómo me veía con el cabello alisado, sin sentirme que estaba borrando una parte integral de mi personalidad: mi negritud. Sonreí. Esto era lo que siempre quise.
Lo primero que hice fue enviarle un selfie a mis mejores amigos que me contestaron impresionados y emocionados con mi nuevo look. “Que hermosaaaaaa”, “La paltiste”, “Te ves cab**n” fueron muchas de las reacciones. Estaba tranquila. Hasta ahora a todo el mundo le había encantado. Y había terminado justo a tiempo para hacer mi debut oficial, pues ese día todos los caminos conducían a los ya memorables Social Sundays de El Nie. Cuando llegué a mi casa, me bañe, me preparé, me puse mi outfit más perra, me maquillé y subí un story a Instagram con mis trenzas. “Yes, I did that” fue el caption. Los replies comenzaron a llegar. Todos con emojis de sorpresa, con ojos de corazoncitos, mensajes de apoyo y cumplidos de los cuales perdí la cuenta. Me sentía en las nubes. Esa noche bailé, canté y la pasé brutal con mis amigos. Y sí, los hombres te miran diferente, y hasta en el trabajo me dijeron que me veía más confident. Tener las trenzas, tener cabello largo de nuevo, me hacía sentir juvenil, divertida, carefree y sexy también.
Muchas veces, cuando no entendemos o no podemos apreciar algo, tratamos de criticarlo detrás de la excusa que estamos preocupados o queremos “ayudar”, pero la intención queda vacía cuando no eres consistente.
El aftermath: enfrentando a mi familia
Al otro día vi a mi abuela. Vino a visitarme a casa y cuando me vio, me preguntó que qué me había hecho y por qué, que si eso no me hacía daño. Traté de no tomarlo mal, y no dije nada excepto “Trenzas… no, es un estilo protectivo para el cabello.” Pero me puse a pensar en todos los años que estuve alisándome el cabello con químicos que irritaban mi cuero cabelludo al punto de dejarme llagas. Pensé en todas las veces que me tenía que hacer rolos, luego pasarme blower y encima de eso plancha por tal de que mi pelo quedara lacio, a la vez sufriendo el daño que provoca todo ese caliente sobre la hebra. Durante todos esos años, absolutamente nadie se preguntó si eso me hacía daño. Muchas veces, cuando no entendemos o no podemos apreciar algo, tratamos de criticarlo detrás de la excusa que estamos preocupados o queremos “ayudar”, pero la intención queda vacía cuando no eres consistente. Te dejas ver.
Feliz como una lombriz.
¿Final feliz?
El cabello que corona nuestras cabezas ha sido el campo de batalla donde defendemos nuestro estilo, nuestra identidad, y en mi caso, mi negritud. ¿Quién no ha sufrido un bad hair day que te hace impresentable para el trabajo? ¿Quién no ha tenido una mamá sacarse las greñas al ver el nuevo pixie cut que te hiciste? ¿Quién a veces no quiere, simple y sencillamente, pasarse la máquina y decirle adiós a todos los problemas que conlleva ser mujer con cabello? Pues el caso es aún más fuerte cuando eres una mujer negra.
El cabello para mí siempre ha sido central en mi identidad y, en lo personal, mi identidad siempre ha sido un tema dinámico en mi vida. Mientras uno crece y aprende con los cantazos de la vida, se da cuenta que no hay un libreto, que la vida no es un cuento de hadas y mucho menos hay un solo final feliz. Dejar mi cabello natural significó mucho para mí. Dejarme mi afro fue expresar lo que ya yo sentía en mi interior. Al fin sentía que era “yo misma”, contundente, segura, libre.
Mientras uno crece y aprende con los cantazos de la vida, se da cuenta que no hay un libreto, que la vida no es un cuento de hadas y mucho menos hay un solo final feliz.
Con el tiempo me di cuenta que no hay una manera de ser negra, y que mi manera de presentar mi negritud no tenía que ser constante, podía ser dinámica y responder a la realidad y diversidad de ser negra en Puerto Rico. Que puedo hacerme diferentes estilos, hacerme trenzas, recortes y ponerme pelucas si me da la gana. Incluso hasta volver a alisarme si así lo deseo. Todas las expresiones de negritud son expresiones válidas. Invito a todas las mujeres negras que se encuentran en ese limbo identitario, a picharle a todas esas presiones sociales. Quiero que descubran qué es lo que les gusta, teniendo en cuenta que podemos explorar una diversidad de estilos interminable, y que todos son igual de bellos. Come on, ¿quién más puede decir que puede tener cabello lacio, afro, trenzas, peluca y más? Esa es la maravilla de ser negra, así que abracemos todas las diferentes expresiones de ella.
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