True Story: Mi vida después de un desastre natural
True Story: Mi vida después de un desastre natural
Cuando regresé al trabajo casi dos semanas después de María, una compañera me mencionó que todo esto pasó porque “Puerto Rico necesitaba una limpieza”. Por alguna razón, entre toda la confusión que provocó a todos los que tuvimos la fortuna de volver a trabajar luego de una situación tan intensa física y emocionalmente, esas palabras se han quedado conmigo. Porque irónicamente, mientras más pasan los días Post-María, más siento la limpieza. Aquí mi historia:
Foto: Eimy Figueroa
Vayámonos un poco hacia atrás, cuando éramos felices y no lo sabíamos: agosto 2017. En el trabajo me regalaron una inscripción para una carrera 5K y como siempre he tenido esa meta en mi bucket list, la acepté. La acepté ignorando el hecho de que la última carrera que corrí fue la Carrera del Pavo en segundo grado (en la que llegué último lugar); que no hacía ejercicios hace más de un mes y que no podía correr una milla completa sin ver mi corazón salirse del pecho. Así que me zumbé, ese domingo, sola, con solo 3 días de entrenamiento y un playlist repleto de Beyoncé, Sia y reggaeton vieja escuela. No sé si fue ese playlist perfecto, pero entre toda la energía de ver viejitos, mujeres embarazadas y personas en sillas de rueda corriendo a todas las velocidades, por primera vez en mi vida sentí el runner’s high. Y desde aquel domingo, he corrido de 5-6 veces en semana, por placer y porque genuinamente lo necesito. What?!
Luego, a raíz de los dolores musculares característicos de los runners, comencé a aliviarlos haciendo yoga viendo videos por Youtube. Y lo que comenzó siendo un simple ejercicio de estiramiento después de mis corridas, terminó siendo el círculo completo de lo que he decidido llamar mi “Workout Nirvana”.
Pero entonces llegó septiembre.
El día antes del Huracán Irma corrí. El día de Irma calculé el tiempo en que normalmente se va la luz antes de una tormenta para ver un video de yoga antes de que se fuera. Los días sin luz entre Irma y María, intercambiaba mi máquina de espresso por la greca y una gloriosa estufita de gas. Como quiera me ponía los tenis, corría y para poder hacer mis videos de yoga, adopté la costumbre de racionar la carga de mi celular. Una semana antes de María, volvió la luz que se llevó Irma y yo seguía corriendo y apreciando los árboles, los olores de la naturaleza y todo lo que podía lograr mi cuerpo. Aprendí qué grande es el poder de la adaptación, pero ya estaba lista para el regreso a la normalidad.
Foto: Harold Camilo
Spoiler Alert: El universo tenía otros planes.
El día antes de María corrí y miré con nostalgia los árboles, porque mi intuición (y Ada Monzón) ya me adelantaban que no estarían ahí por mucho tiempo, que todo cambiaría de la noche a la mañana. Mientras pasaba María lloré sin pestañear, con un miedo que nunca había sentido, en silencio, pero en control debido al estado de shock que sentía por todo lo que veía y escuchaba. Tenía ganas de correr, pero esta vez no podía. Ganas de correr a ver a mis abuelos, a mi novio, a mis tíos, a mis primos para poderles decir que estábamos cagao’s, pero bien. Pero solo podía dormir, escuchar WAPA Radio, darle refresh al celular a ver si ocurría el milagro de tener algo de señal.
El día después de María no pude correr; me tocó buscar gasolina y aprendí que 8 horas bajo el sol es el secreto para el perfect tan. Al día después por fin pude correr, pero esta vez mi corazón se sentía distinto. Latía como de costumbre según mi Fitbit, pero casi no sentía sus latidos. Aún no tenía comunicación con la mitad de mi familia, escuchaba cómo mi Islita completa estaba sufriendo, pasando hambre y no tenían comunicación. Ese día no pude correr por mis rutas usuales porque los árboles que antes me daban sombra y brisa, ahora obstruían mi paso. Por una semana, no pude hacer yoga porque ya no podía ni siquiera racionar la carga de mi celular ya que las telecomunicaciones se cayeron. Pero gracias a esto, el sábado después de María decidí ir a la clase de yoga gratis en Santurce que nunca aprovechaba. Fui y conecté con la belleza de mi San Juan. Con cada inhalación sentía las frustraciones a mi alrededor y con cada exhalación la esperanza y las energías de gente lista para luchar.
Foto: Harold Camilo
Los días pasaron y vi cómo las ramas secas de los árboles y los escombros fueron desapareciendo gracias a la gente de mi comunidad que tomaron la iniciativa de abrir paso para que otros caminantes y corredores pudiéramos saborear un poco la normalidad de la rutina. A la semana, ya por fin podía correr y veía cómo hojitas salían por las ramas de los árboles, recordándome que todo pasa. Los días seguían y podía escuchar a los niños en la calle jugando “un dos tres pescao”, igualito que en mis tiempos de Georges. Los vecinos me saludaban desde los balcones en sus casas aprovechando las últimas horas de luz antes de caer la oscuridad de la noche. Los días seguían pasando y vi cómo Puerto Rico cambiaba su manera de pensar. Nada volverá a ser igual y me alegro. Puerto Rico sí necesitaba una limpieza.
Tengo una amiga que dice que estoy entrando a un weird dark place y mi hermana está esperando mi breakdown como el season finale de Scandal. Quizás tienen razón y estoy “corriendo” de sentimientos suprimidos, pero por ahora, estoy convencida que de todos los efectos secundarios que pude haber tenido luego de todo lo que estoy pasando, estoy feliz que todo sea por mejorar mi estilo de vida y sentir más compasión por todos los seres vivientes. Y dicho sea de paso, estoy durmiendo mejor que nunca, he leído todos los libros que tenía pendiente a leer desde hace tiempo y a veces hasta termino mi práctica de yoga con aromaterapia y unos minutos extra de meditación en Shavasana. ¿Les dije que estoy feliz?
He decidido mirar este cambio en estilo de vida como un regalo de Irma y María. El correr me ha enseñado que no hay límites y el yoga a ser paciente y a ser más compasiva con mi cuerpo. Las dos cosas que he adoptado tienen algo en común: La comunión con la madre naturaleza, que a su vez, fue quien provocó todo este desastre que estamos viviendo. Quizás el universo nos está pidiendo a gritos respeto a la Madre Naturaleza. O que Puerto Rico necesitaba una limpieza…
¿Cambiaré de yogui a boxeadora de aquí a un mes? Quizás. Como buena sagitariana, estoy en constante exploración, pero he aceptado que el ser humano siempre está en guerra y evolución y que la clave está en aprender de cada batalla.
Gracias a Irma y María ahora entiendo el poder de una mente abierta y curiosa, porque las cosas no pasan por casualidad y nuestra intuición nos da las herramientas para poder sobrepasar cualquier etapa. El momento en el que dije “sí al 5K” fue el momento en que el universo me abrió las puertas para mi proceso de sanación post-María.
Escrito: María Elena de Ambinity